Restaurantes

Trattoria italiana auténtica en pleno Chamberí. Fellina Chamberí es la trattoria donde Italia se siente de verdad: antipasti generosos, pastas clásicas hechas “como debe ser” (carbonara original con guanciale, pecorino y yema; vitello tonnato; fiori di zucchina) y postres emblemáticos como tiramisú y cannoli. El ambiente es luminoso y acogedor, con madera, bodega vista y mesas corridas que funcionan igual de bien para una cita que para un grupo grande. El servicio es cercano y el ritmo invita a alargar la sobremesa; si te apetece rematar con coctelería, el espacio hermano Anónimo Club está en el mismo edificio.

El sabor de Fellina con terraza en Arturo Soria. En Arturo Soria, Fellina mantiene su sello de cocina italiana fiel al original, con producto cuidado y raciones generosas. La sala es amplia y muy luminosa y cuenta con terraza, lo que lo hace ideal para comidas familiares y cenas tranquilas. La propuesta gira en torno a los clásicos de la casa —antipasti para compartir, pastas y pizzas de corte tradicional—, con un servicio cercano y un ritmo más sosegado que en el centro. Perfecto para disfrutar del “espíritu Fellina” sin desplazarte a Chamberí.

Un restaurante-feria lleno de fantasía en Chamberí. La Morenilla es espectáculo y mesa a partes iguales. Tras un acceso “mágico” te esperan dos mundos: un salón clásico, familiar y acogedor, y una zona “feria” inmersiva con tren de la bruja (mesas-vagón), noria con mesa, tiovivo y columpios, custodiados por un Zoltar a la entrada. La carta mezcla base mediterránea con toques contemporáneos: fideuá del mar con chipirón y ajonesa, bacalao en gabardina, salmón confitado, lomo alto o lasaña de rabo; en dulce, tarta de queso fluida, arroz con leche y flan con nata “de verdad”. Un lugar pensado para celebrar, sorprender y sacar muchas fotos.

Trattoria italiana luminosa en Conde Orgaz. Giulietta trae “la Italia de siempre” a la zona de Conde Orgaz con una trattoria amplia, luminosa y muy acogedora, que recuerda al encanto sencillo de una villa italiana. La cocina se centra en pastas y pizzas hechas en casa y en una carta 100% italiana pensada para compartir: antipasti e insalate para abrir boca; “pasta lunga” y “pasta corta e gnocchi” con los clásicos de la casa (de la carbonara originale al ragú lento); lasagne y risotti cremosos; “pasta ripiena” de temporada; y pizze al forno de masa ligera. Completan la oferta pescados y carnes de corte tradicional y una parte dulce donde reinan tiramisú, panna cotta y otros postres caseros. El ritmo es familiar y tranquilo, ideal para comidas sin prisa, y la terraza (operativa todo el año) invita a alargar la sobremesa con un café o un spritz.

Cocina gamberra y coctelería en clave rosa. La Cerda de Chueca es un restaurante canalla y fotogénico donde la fusión se sirve con sentido del humor. Todo es rosa y desinhibido: vajilla y emplatados icónicos, rincones “instagramables” y una barra que firma cócteles tanto clásicos como de autor con nombres traviesos. La cocina reinterpreta hits reconocibles —huevos “no rotos”, tacos, burgers, ensaladillas en matrioska cerdita— con presentaciones sorprendentes. El postre fetiche, Pantera Rosa, remata una propuesta pensada para venir en modo diversión y alargar la noche.

El kebab llevado a restaurante (con vino, si quieres). Brodis reinterpreta el kebab en clave gastronómica y urbana: carne asada jugosa, pan naan casero en lugar de pita y una mezcla de especias propia. La experiencia se redondea con entrantes para compartir (hummus cremoso, brócoli frito con sésamo y cacio e pepe, empanadillas estilo argentino, patatas “Brodis”), una carta de vinos de pequeñas bodegas, café de especialidad y postres caseros. El local combina estética industrial con calidez —tiene hasta un mural para dejar tu huella—, perfecto para un plan informal que se siente especial.